Niñez en situacion de Pobreza
Los niños, niñas y adolescentes que viven en la pobreza experimentan una privación de los recursos materiales, espirituales y emocionales necesitados para sobrevivir, desarrollar y prosperar, dejándolos incapaces de disfrutar de sus derechos, alcanzar su potencial pleno y participar como miembros plenos e iguales de la sociedad. Cuando los niños y niñas crecen en la pobreza, pagan un alto precio. La investigación demuestra que sufren más enfermedades, su desempeño es pobre en el colegio, tienen más problemas de salud mental, y ganan menos cuando son adultos.
Los problemas que sufren los niños que viven en situaciones de pobreza se agravan con frecuencia en el caso de las niñas.
Asimismo, UNICEF enfatiza que otro caso de vulnerabilidad especial es de los niños y niñas pobres con discapacidades, quienes están abocados a sufrir problemas abrumadores en materia de desarrollo.
La pobreza es el obstáculo individual más importante para el bienestar de la infancia. En nuestro país INEI y UNICEF estiman que el 45% de los niños, niñas y adolescentes (0 a 17 años) viven en condición de pobreza. Pero además, el caso de los niños y niñas indígenas de nuestro país es aún más dramático. Se calcula que el 78% de los niños, niñas y adolescentes de 3 a 17 años que tienen una lengua materna originaria vive en hogares pobres, en comparación con el 40% de los que tienen el castellano como lengua materna. Además, de la niñez indígena que reside en hogares pobres más de la mitad se encuentra en situación de pobreza extrema (45%). Las regiones donde se tiene una mayor proporción de niños, niñas y adolescentes indígenas son también aquellas donde se registran relativamente altas tasas de incidencia de pobreza.
La Convención sobre los Derechos del Niño emplea un enfoque integral e indivisible para lograr el bienestar del niño y de la niña y que debería ser integrado para protegerles de la pobreza infantil y de la privación o carencia. La CDN suscribe cuatro pilares de derechos intrínsecos del niño/niña, cada uno necesario para él cumplimiento adecuado de los otros: desarrollo, protección, supervivencia y participación. La pobreza puede surgir de cualquiera y de todas estas dimensiones y puede ser considerada una negación fundamental de los derechos humanos.
Ser libre de la pobreza es un derecho humano. La pobreza es una violación de los derechos humanos, y toda mujer, hombre, joven, niño y niña tienen el derecho humano a un estándar de vida adecuado para la salud y el bienestar, la comida, el vestuario, la vivienda, el cuidado médico y los servicios sociales.
El derecho a ser libre de la pobreza incluye, entre otros:
El derecho a ser libre de la pobreza incluye, entre otros:
- El derecho humano a un estándar de vida adecuado.
- El derecho humano a un medio ambiente saludable y seguro.
- El derecho humano a vivir en una vivienda adecuada.
- El derecho humano a ser libre del hambre.
- El derecho humano al agua potable.
- El derecho humano al cuidado primario de la salud y a la atención medica en caso de enfermedad.
- El derecho humano al acceso a los servicios sociales básicos.
- El derecho humano a la educación.
- El derecho humano a ser libre de la discriminación racial o de género.
- El derecho humano a participar en dar forma a las decisiones que afectan a uno mismo/una misma y a su comunidad.
- El derecho humano de los niños y niñas a desarrollarse en un ambiente apropiado para su desarrollo físico, mental, espiritual, moral y social.
En Mayor detalle:
Según consta en el documento “Estado de la Niñez en el Perú”, elaborado conjuntamente por INEI y UNICEF, en el año 2010 la población del Perú se acercaba a los 30 millones de personas. El 36% de esta población está conformada por los niños, niñas y adolescentes de 0 a 17 años (10,571,879), y alrededor del 45% de ellos y ellas vive en condición de pobreza. Es decir, los niños, niñas y adolescentes del país son los que concentran los índices más altos de pobreza y pobreza extrema. Mientras un 35% del total de la población peruana vive en situación de pobreza, esta cifra se eleva a 49% entre los niños y niñas de 0 a 5 años y a 48% entre los de 6 a 11 años. En el caso de la pobreza extrema, el 12% del total de la población peruana se encuentra en esta situación frente al 19% de los niños y niñas de 0 a 5 años.
El caso de los niños y niñas indígenas de nuestro país es aún más dramático. Según el texto “Estado de la Niñez Indígena en el Perú” elaborado de manera conjunta por INEI y UNICEF, en nuestro país la incidencia de pobreza, y de pobreza extrema, en particular, es aún mayor para la niñez indígena. Los niños, niñas y adolescentes de 3 a 17 años que tienen una lengua materna originaria son 1’046,639, representando el 26% del total de la población indígena. El 78% de los niños y niñas indígenas reside en hogares pobres, en comparación con el 40% de los que tienen el castellano como lengua materna. Más aún, de la niñez indígena que reside en hogares pobres más de la mitad se encuentra en situación de pobreza extrema (45%). El 22% de las adolescentes mujeres indígenas entre los 15 y 20 años de edad tiene al menos un hijo o hija. Entre los niños y niñas amazónicos es mayor la incidencia tanto de pobreza total (86%) como de pobreza extrema (49%). Un porcentaje similar de la niñez quechua vive en situación de pobreza extrema (46%), siendo menor entre los que tienen el aymara como lengua materna (30%). Las regiones donde se tiene una mayor proporción de niños, niñas y adolescentes indígenas son también aquellas donde se registran relativamente altas tasas de incidencia de pobreza. Entre las regiones con mayor incidencia de pobreza están las cuatro que concentran una mayor proporción de niños, niñas y adolescentes con lengua materna indígena: Huancavelica (82%), Apurímac (76%), Ayacucho (72%) y Puno (67%).
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo sostiene que “la pobreza se refiere a la incapacidad de las personas de vivir una vida tolerable, y distingue entre pobreza de ingresos y pobreza humana. La primera alude a la privación en una sola dimensión –el ingreso–, ya sea porque se considera que ese es el único empobrecimiento que interesa o que toda privación puede reducirse a un denominador común. En cambio la segunda responde al empobrecimiento en múltiples dimensiones: la privación en cuanto a una vida larga y saludable, al conocimiento, a un nivel digno de vida y a la participación. El concepto de pobreza humana considera que la falta de ingreso suficiente es un factor importante de privación, pero no el único”.
Por su parte, la Convención sobre los derechos del Niño define a los niños y niñas como sujetos de derechos, más allá de que dependan de sus familias o del ejercicio efectivo que hagan de estos, y valida toda una serie de derechos sobre factores que se conciben como constitutivos del bienestar infantil, los que están ausentes en situación de pobreza. En este contexto, el principio del interés superior del niño/niña obliga a considerar la superación de la pobreza en la infancia y adolescencia como prioridad en la lucha por la reducción de la pobreza en el conjunto de la población, por medio de acciones concretas. Los derechos consagrados en la CDN son integrales e indivisibles e impulsan un único marco jurídico, programático y de política. El Estado, las instituciones, la comunidad, las familias y los individuos comparten la responsabilidad de proteger y promover los derechos de los niños, niñas y adolescentes. El carácter universal de estos derechos no solo supone que se aplican a todos y cada uno de ellos, sino que a su vez se debe prestar atención especial a los que presentan desventajas sociales y enfrentan mayores dificultades para ejercerlos.
Es necesario enfatizar que los problemas que sufren los niños que viven en situaciones de pobreza se agravan con frecuencia en el caso de las niñas. En muchas sociedades, especialmente entre las personas cuyos recursos son limitados, no resulta extraño descubrir que los niños reciben un trato preferente. Durante las primeras semanas y meses, la tasa de mortalidad de las niñas recién nacidas, a pesar de su mayor resistencia biológica, supera a la de los niños, debido a que se las amamanta por menos tiempo y reciben menos atención de salud. Durante la primera infancia, las menores padecen con frecuencia más enfermedades y un mayor índice de desnutrición. De los niños del mundo que no están matriculados en la escuela, dos terceras partes son niñas. Es muy posible que su educación se considere poco importante o se interrumpa para cumplir con las tareas del hogar, a menudo tan excesivas que no dejan tiempo para el descanso o el juego. La carga diaria laboral de las niñas es, por lo general, mayor que la de los niños. Al carecer de una educación, las niñas se casan a menudo a una edad más temprana. Los hijos de las niñas adolescentes, además de estar ellos mismos en peligro, originan nuevos riesgos de salud para sus madres.
Asimismo, como se expuso en los párrafos 47 y 51 de la “Plataforma de Acción de Beijing”, más de 1 billón de personas en el mundo, la gran mayoría de los cuales son mujeres, viven en condiciones inaceptables de pobreza. La pobreza de las mujeres está directamente relacionada con la ausencia de oportunidades económicas y autonomía, la falta de acceso a recursos económicos, falta de acceso a la educación y a servicios de apoyo y a su participación mínima en el proceso de la toma de decisiones.
Además, la ONU, CEPAL y UNICEF subrayan que las consideraciones relativas al vínculo entre desigualdad de género y pobreza no son menores, por lo que es esencial la adopción de un enfoque que incorpore una perspectiva que dé cuenta del acceso desigual de mujeres y hombres al ingreso y a los activos que lo producen. (…) La revisión de los roles de género y la necesidad de otorgar mayor autonomía económica y poder de decisión a las mujeres contribuyen a que las niñas puedan insertarse en un futuro más igualitario, con mayores posibilidades para ellas y sus familias de vivir fuera de la pobreza.
Asimismo, como se expuso en los párrafos 47 y 51 de la “Plataforma de Acción de Beijing”, más de 1 billón de personas en el mundo, la gran mayoría de los cuales son mujeres, viven en condiciones inaceptables de pobreza. La pobreza de las mujeres está directamente relacionada con la ausencia de oportunidades económicas y autonomía, la falta de acceso a recursos económicos, falta de acceso a la educación y a servicios de apoyo y a su participación mínima en el proceso de la toma de decisiones.
Además, la ONU, CEPAL y UNICEF subrayan que las consideraciones relativas al vínculo entre desigualdad de género y pobreza no son menores, por lo que es esencial la adopción de un enfoque que incorpore una perspectiva que dé cuenta del acceso desigual de mujeres y hombres al ingreso y a los activos que lo producen. (…) La revisión de los roles de género y la necesidad de otorgar mayor autonomía económica y poder de decisión a las mujeres contribuyen a que las niñas puedan insertarse en un futuro más igualitario, con mayores posibilidades para ellas y sus familias de vivir fuera de la pobreza.
Igualmente, UNICEF enfatiza que otro caso de vulnerabilidad especial es de los niños y niñas pobres con discapacidades, quienes están abocados a sufrir problemas abrumadores en materia de desarrollo. Con una formación apropiada, y por medio de una modificación bien concebida de su entorno, muchos menores con discapacidades pueden recibir el apoyo necesario para adquirir una serie de aptitudes, y llevar vidas independientes y satisfactorias. Pero para los niños y niñas que se encuentran en una situación de pobreza suelen existir muy pocas oportunidades de formación y de apoyo capacitado, y las posibilidades que tienen las personas encargadas de su cuidado para modificar las condiciones ambientales y materiales suelen ser escasas. Los niños y niñas con discapacidades pueden sufrir mayores obstáculos como consecuencia de una falta de atención y de las limitaciones impuestas por la esfera local.
Iniciativa Fiscolares 2.0 – Elaborado por Miguel Angel Cordero Echenique